Te detienes junto a un bar de séptima categoría. Un bar de mal aspecto. De mal olor. De mala bebida. El bar que te corresponde. Sacas el puñado de dinero del bolsillo. Moneda nacional con fuerza para liberarte del morboso deseo de saborear una cerveza. Quizás no tan fría como la que pudieras tomarte pagando con dólares. Seguramente de peor calidad. Pero, en fin, una cerveza."
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