El espíritu de la ciencia ficción - Roberto Bolaño

"En el interior, en uno de los semicírculos, había una placita oblicua como ojo de chino con tres bancas, dos columpios, un balancín, presidios por una piedra considerable, probablemente una escultura. Detrás, sinuosa, serpenteaba una línea negra, tal vez una zanja, y medio metro después se alzaba la barda que separaba aquel conjunto habitacional de otro. Allí, en una suerte de recodo protegido por arbustos y con la barda detrás, oculto a los viandantes pero visible desde el sitio exacto del balcón donde me encontraba, Lola Torrente, como si me hubiera estado esperando, se llevó a la boca la verga de Héctor Gómez y comenzó a chuparla.
      Pero, bueno, aquella no era una chupada normal: santuario iluminado de improviso, pronto sólo existieron las manos de Lola, una alrededor del pene, la otra metida entre las piernas de Héctor, y los dedos de Héctor hundidos en la cabeza de ella -su hermosa y fuerte cabeza de pelo negro- y la boca y los hombros y las rodillas de Lola sobre un pasto negro o algo como tierra negra o sombra y las sonrisas que no eran sonrisas y que de tanto en tanto se dirigían, comedidísimos."
Pág. 110-.

"- ¿Qué es la Universidad Desconocida?
- Una universidad que nadie conoce, por supuesto."
Pág. 145

"      Cuando quedamos solos se hizo un silencio repentino y pesado como una bola de cemento. Laura se sentó en la colchoneta de Jan y yo me puse a mirar por la ventana. Laura se levantó y se acercó a la ventana. Yo me senté sobre mi colchoneta. Balbuceé algo sobre la moto y sobre ir a tomarnos un café a La Flor de Irapuato. Laura sonrió sin decir nada. No me cabía la menor duda, era la muchacha más hermosa que había visto en mi vida. Y la más directa.
      -  Anoche dijiste que querías hacer el amor conmigo. Que te morías de ganas. ¿Qué te pasa?
      - Estoy desentrenado -tartamudeé-. Quiero hacerlo, es lo que más deseo, pero estoy desentrenado. Además, cómo te lo explicaría, soy una especie de mutilado de guerra.
      Laura se rió y me pidió que le contara. Poco a poco empecé a sentirme mejor. Puse un té para los dos, hice unas cuantas observaciones banales sobre el tiempo y luego le confesé que no hacía mucho me habían pateado repetidas veces y con contumacia ambos testículos, una especie de recordatorio chileno, y que desde entonces se me había metido en la cabeza la idea de que nunca más se me iba a levantar, reacción previsible en un joven que adoraba a los hermanos Goncourt. La verdad es que se me levanta, reconocí, pero únicamente cuando estoy solo."
Pág. 199




No hay comentarios:

Lectores Salvajes Librería
 
Creative Commons License
Mirando para retratar by Juan José Lizama Ovalle is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Chile License.