Dormir al Sol - Adolfo Bioy Casares

"A nadie quiere tanto la gente como a sus odios. Le confieso que en más de una oportunidad, entre esas dos mujeres de buen fondo, me sentí abandonado y solitario. Menos mal que a mí me quedaba siempre el refugio del taller de relojería."
Pág. 14

"En el barrio no se muestran lerdos para alegar que una señora es holgazana, o de mal genio, o paseandera, pero no se paran a averiguar qué le sucede. Diana, está probado, sufre por no tener hijos. Me lo explicó un doctor y me lo confirmó una doctora de lo más vivaracha. Cuando Martincito, el hijo de mi cuñada, un chiquilín insoportable, viene a pasar unos días con nosotros, mi señora se desvive, usted no la reconoce, es una señora feliz."
Pág. 16

"Lo de siempre: bastó que me dispusiera a calentar el agua del mate, para que llamaran a la puerta. Apareció un señor de edad, escoltado por dos peones que traían, en una especie de camilla hecha de palos, el reloj de la fábrica Lorenzutti. Me explicó el señor que él era el capataz, que el reloj andaba desde hacía años y que ahora lo quería, en perfecto funcionamiento, para una fiesta que daban el domingo. Le dije que lo llevara a otro relojero, que a mí francamente me sobraba el trabajo (lo que una vez dicho me pareció una soberbia de las que pueden traer mala suerte). El capataz no cedió un punto y me preguntó de un modo que me resultó desagradable:
- ¿Cuánto me pide por el reloj para el sábado?
- No se lo tomo por cincuenta mil pesos -le dije, para darle a entender que lo rechazaba de plano.
- Trato hecho -contestó.

Antes que yo protestara se había ido con los peones.

No me quedó otro remedio que pasar a la mesa de al lado el trabajo que tenía sobre la mesa de compostura y desarmar el reloj de la fábrica. En una amarga corazonada me pregunté si todo el dinero que porfiaba en llegar con esa abundancia no sería por último inútil. Una ansiedad prolongada lo aflige al hombre con supersticiones y cábulas."
Págs. 84 - 85

"En la esperanza de comprender mi afecto por Diana a través de su afecto por Elvira, le dije:
- Voy a hacerte una pregunta idiota. ¿Vos podrías decir cuál es la persona que más querés?
Me contestó:
- Y, che, lejos, Elvira.
Su respuesta me convenció de que podríamos entendernos. En el afán de alcanzar esa meta, mayormente no me preocupé de tener tino y le presenté una segunda pregunta:
- En Elvira ¿qué es lo que más querés?
Hasta la papada se le puso al rojo vivo. Al rato dijo algo que me llenó de asombro:
- Tal vez uno quiere la idea que uno se hace.
- No te sigo -confesé.
- Yo tengo la suerte de que Elvira no desmiente nunca esa idea."
Págs. 116 - 117

"- El amor y la amistad no congenian -sentenció la vieja-. Cuando uno está en auge, la otra decae."
Pág. 156



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Mirando para retratar by Juan José Lizama Ovalle is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Chile License.