Anacronismo

El tren de la línea férrea dio paso al metro subterráneo, y una señora en un rincón de Santiago insistía en recomendar el Manual de Carreño como la lectura que no debería faltar en la biblioteca de cualquier persona "normal".

<< Advertencia: el párrafo que sigue es una imitación y una maldita copia. >>

El final de este cuento no cierra nada que las próximas líneas genere interés, y tú que estás leyendo sólo confía en que la señora Fresia con seguridad no le dará el trabajo a Xavier, mientras éste se despedirá de ella con un escupo en su cara: todo lo demás es literatura... de las más barata.

Xavier había recibido un llamado para un posible trabajo, y ese día debía juntarse con Fresia, una señora entrada en años y virgen. Virgen porque no había tenido sexo aún, a pesar de gustar de algunos hombres... que NO intentaron siquiera ebrios seducirla. Él preguntó por ella en la recepción. La secretaria, bien guapa, le hizo pasar a la sala de reuniones. Entró pensando que debería esperar a la señora Fresia. En ese lapso de pasar por la línea de la puerta recordó lo mucho que le recalcaron que no la tuteara. La sorpresa fue que la señora Fresia le esperaba sentada con un libro en la mano. Ustedes ya saben cual es, Xavier aún no.

-Buenos días... usted debe ser Fresia.

Ella lo miró con un gesto de sorpresa, para luego cambiar su rostro a una expresión de esas que las viejas usan para mirar como con enojo y desprecio.

- Buenas noches querrás decir... y para tí soy la señora Fresia. ¿Estamos?
- Disculpe por el retraso señora Fresia, hubo un inconveniente en el metro (MENTIRA!) que retardó mi llegada.
- Voy a creerte. Conoces este libro! -dijo mostrándole la tapa del libro que ustedes ya conocen- aquí está clarito este tema de los retrasos. Me queda muy claro entonces que no lo leíste todavía.
- La verdad es que no señora. Mi bisabuela nos lo recomendaba mucho, incluso en sus últimos momentos. Tenía para entonces 135 años.
- Pobrecita ella... muy sabia por lo demás.

Le pidió que tomara asiento, momento en el cual advirtió en la oreja de Xavier un adorno. Un aro que para buena suerte de él ese día no se había quedado en casa. Se paró y dijo:

- No estoy para recibir en mi trabajo a jóvenes desastrados que dan la impresión de incompetentes e irresponsables. Mírate ese aro cabro de mierda, me haz hecho perder 30 minutos para nada.

Xavier, cuyo carácter prendía con agua, no aguantó más y le dijo, siempre en tono respetuoso:

- ¿Hace cuanto no hace el amor usted señora?. Y sin embargo yo no le digo nada por la impresión que me da su disposición de frígida empedernida. Vieja de mierda.

Él no sabía que ella era virgen, y que sus palabras hacían pública la vida de la pobre señora Fresia.

Fresia se acercó y le estampó una cachetada... él... él....








































... ustedes, ya saben lo que hizo él.

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Mirando para retratar by Juan José Lizama Ovalle is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Chile License.