Su mañana puede omitirse, no tiene sentido contar qué hizo de ella, lo importante sucedió en 2 minutos mientras su deseo por cobrar un vale vista le hizo llegar al cuestionamiento más radical y profundo de su existencia: ¿Quién soy yo en realidad?¿Yo soy yo?, ¿si yo soy yo podré de alguna manera darme un poder para permitirme a mi realizar una acción en la que solo yo puedo estar, pero que necesita previamente de mi misma aprobación y mi permiso?
Menos mal que no hizo públicos aquellos cuestionamientos, pues el hombre de atención al cliente se veía claro y seguro de sí mismo, y esgrimirlas en voz alta posiblemente lo hubiera descolocado.
Humberto llevaba años trabajando en la banca privada, y entendía perfectamente que un cliente que no se queda, que se retira sin hacer su trámite, implica menos trabajo, y más alivio. Por eso cuando Ángel primero le preguntó por el vale vista y luego le dijo que deseaba retirarlo, no dudó en responderle si usted no es cliente formal del banco debe hacer un poder simple, usted mismo para usted en el que se autoriza a retirar el vale vista... algo así como un AUTOPODER. Ángel miró a su amigo Juan, y le hizo las preguntas que cambiaron su vida para siempre. Humberto que no entendía lo que sucedía, se dio por entendido y volvió a sus labores. A él definitivamente el tiempo y la paciencia de los demás no le importaban. El criterio aquel día lo dejó en su casa. Juan sorprendido, estupefacto y lleno de estupor lanzó un garabato. Ángel.... Ángel llamo a su madre, para preguntarle quién era él.
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