Cuando va a apagar la luz de su habitación, advierte que Rosa le mira con los ojos a punto de soltar una lágrima. Martín se abalanza sobre ella soltando un llanto desconsolado, mientras la abraza con toda sus fuerzas. No se dicen ni una palabra.
Martín sólo piensa en escapar. Él ya no puede jugar como un niño, y no le sale jugar a la obediencia que le imponen. Martín es golpeado constantemente por su padre. Por el capricho y estupidez de su padre, que esa noche llegó borracho luego de ser despedido sin previo aviso.
Lo que Martín no sabe, es que Rosa no sólo llora por que le da pena ver sufrir a su "niñito", a quién ha criado desde que tenía 15 años, edad a la que llegó a casa de los Novoa, sino que también llora por su propio dolor. El dolor de ser violentada sexualmente desde hace 4 años por el mismo ser humano que maltrata continuamente a Martín.
Al día siguiente se irán de la casa para siempre... y nadie volverá a preguntar por ellos.
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