De frentón él era pobre. Fue y era pobre aún. Aunque a él no le gustara, también era de historia y condición económica humilde. Humilde le llaman en su país a la gente que no tiene dinero ni historia familiar de Universidades, viajes o negocios.
Aunque aún no termina la Universidad, consiguió un empleo que le reporta un sueldo mensual superior al de sus padres. Esto no es menor ya que a su padre le tomó una vida laboral completa llegar a ganar el 75% de lo que su retoño -nuestro personaje central- ganó en su primer mes de trabajo.
Él estudia una carrera de elite intelectual, y llegó a la mejor Universidad de su país meritocráticamente. A pesar de ser de origen e historia pobre y humilde, él ha salido adelante. Y sus amigos se sienten orgulloso de él... para que lo que quiero contar calce, diremos algo que marcará la nueva ruta de este cuento... se sentían, hasta ayer.
Su trabajo está ubicado en un lugar prestigioso de su ciudad, y cada día almuerza en lugares que no conoció sino hasta que llegó a ese trabajo, que por lo demás son lugares caros para el promedio de los habitantes de la población en que él habita. Él no conoce más que dos ciudades, y carece de experiencias de mundo. Aún así ha comenzado a mirar en menos a sus amigos, y tal vez a sus padres y hermanos. Ha empezado a desubicarse y marearse, hasta el punto de dar indicaciones severas a su familia sobre modales y buenas costumbres que debían abandonar durante la visita de un amigo de clase y dinero, para que no pensara mal. Él... él... es idiota, pero nadie se lo ha dicho aún. Y nadie se lo dirá.
Ayer le dijo a sus amigos de infancia que eran rancios y apestosos por beber una cerveza barata... la misma que sin embargo él había bebido todos los fines de semana hasta hace 3 meses.
Él es ignorante y quiere parecer algo que no le fue dado ni por cuna, ni por apellido, ni por tradición. Es un imbécil. Un imbécil que hoy gana algo de dinero, pero que corre el riesgo de quedarse solo y virgen para siempre.
Y sin embargo su madre lo sigue amando...
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