Él también escribe bien. Lo sé porque tiene un blog que es público y entretenido.
El otro día me los encontré en un parque sentados. Conversaban apasionadamente de algo que no alcancé a distinguir. Si parecía que juntos escribían un gran cuento, aunque así no quisieran ser vistos. Lo que pasó es que en el intertanto de verlos/leerlos y acercarme a conversarles, escribí una historia sobre ellos que titulé "Sentados en el parque". Era un cuento sobre ellos -decía yo.
Al llegar a ellos, les mostré mi creación advirtiéndoles que yo no tenía blog y que por eso sólo ellos verían las historia que sobre ellos escribí. Y entonces se largaron a reir. Yo de todas maneras les pedí disculpas anticipadas por si llegaban a molestarse por mis letras.
Me dicen que bien vale escribir sobre lo que se desee. No obstante me hicieron una distinción sobre la interpretación de aquello que escribí sobre ellos. Y es que al final yo no escribí sobre ellos, escribí sobre mí y la imaginación que tengo al verlos. Me dijeron que todo texto refleja al que escribe y sus deseos, y también al que lee y sus interpretaciones. Que no hay un texto escrito ahí que diga lo mismo para todos.
Aprendí que los cuentos son eso, un cuento, un conjunto de letras que a la larga dicen todo lo que tienen que decir, en la medida justa que es justa para el lector. Ni mas ni menos.
Y ellos, se rieron de mis disculpas anticipadas. Ciertamente no estaban ni ahí con lo que el texto imaginaba, lo disfrutaron. Se nota que ellos son maduros, y a mí me falta por madurar.
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