Pasión, alcohol, marihuana, besos y erotismo hubo en todos sus encuentros. Durmieron juntos despúes del primer beso. Eso fue una semana luego de conocerse. Durmieron juntos hasta tocarse. La idea era no follar, porque en ese entonces ella era virgen y el casto. Y no follaron, y con ello sus partes íntimas fueron las únicas que no tuvieron contacto entre ellas. El resto lo gastaron sin miramientos.
Fue un verano. Un verano donde la distancia se hizo nula, y sus corazones -al parecer sin que ellos se percataran- firmaron un pacto de por vida. Un pacto que tenía fundamentos claros, pues en un verano llegaron a ser tan cómplices y amigos como no pensaban.
Luego de ese verano, la distancia hizo aguas y ellos se enredaron en otros cuerpos, en otros corazones. Se enamoraron, aunque en su alma siempre reinaba un resquicio que salvaguardaba un eventual encuentro entre ellos. Un resquicio para hacer el amor sin pecado, ni condiciones. Probablemente ese encuentro podría ser su única vez. Y a pesar de tener un mundo y una vida hecha, ellos no podían hipotecar sus deseos.
La única verdad a la que no pueden faltar estos amantes, es a la verdad de sus encuentros fugaces. Lo demás puede llegar a transformarse en matrimonio. Matrimonio de otras vidas.
Luego de ese verano, ellos no volvieron a verse. No volvieron a tocarse, aunque sí se extrañaban, y pensaban en ellos.
Tomás estaba a dos semanas de su matrimonio, y Consuelo se decidió a enviarle un mail. Un mail, un pasaje de avión con destino a Coyhaique, y una foto de ellos besándose aquel verano. La única foto que quedó en la memoria de los dos, y que Tomás nunca había visto.
La vida es eso que te pasa sin propósitos, dice Tomás.
Me dice Tomás mientras tomamos una cerveza Colonos en el único bar que hay aquí en Coyhaique, al tiempo que Consuelo se ríe dejando ver sus dientes hermosos y brillantes.
Hacemos salud por la vida y los caminos que sin planear nos atraen y sorprenden. Le digo a Tomás que está tarde, pues su matrimonio debe estar empezando en este mismo instante y sin él. Tomás es simpático y se ríe. Se ríe, y besa a Consuelo con ternura y delicadeza. Me dice: "La única verdad a la que no pueden faltar los amantes, es a la verdad de sus encuentros fugaces. Lo demás puede llegar a transformarse en matrimonio. Matrimonio de otras vidas."
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