"Los primeros años de mis visitas a los Keskin, Füsun fumaba delante de su padre adoptando la pose de que no lo hacía. Sujetaba el cigarrilo hacia la palma de la mano como si lo escondiera y sacudía la ceniza, no en el cenicero de cerámica de Kütahya que usábamos su padre y yo, sino en el pequeño platito de una taza de café <
>. Su padre, la tía Nesibe y yo expulsábamos el humo soplando al azar sin que nada nos importara. Füsun, como si en clase le apuntara algo rápido y disimuladamente a una compañera sentada cerca de ella, de repente giraba la cabeza a la derecha hacia un punto alejado de la mesa y soplaba el humo azul de su boca a toda velocidad hacia la lejanía. Me gustaban mucho aquel gesto, que me recordaba a nuestras clases de matemáticas, el remedo de vergüenza que en ese momento aparecía en su cara y la expresión de preocupación y culpa, y pensaba que permanecería enamorado de ella lo que me quedaba de vida."
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"A veces apagaba el cigarrillo en el cenicero con un gesto de nerviosismo. A veces este se convertía en un gesto de impaciencia. También vi mucho cómo aplastaba el cigarrillo con una especie de cólera y eso me incomodaba. Algunos días lo apagaba con mínimos movimientos insistentes golpeándolo repetidamente contra el fondo del cenicero. Otros, cuando nadie la veía, presionaba con enorme fuerza y lentitud la colilla contra el cenicero como si estuviera aplastando en silencio la cabeza de una culebra. Entonces pensaba que gran parte de su irritación con la vida la pagaban las colillas."
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