"El hombre que amaba a los perros" - Leonardo Padura

"El aire tenía una densidad que acariciaba la piel, y el mar, refulgente, apenas producía un murmullo adormecedor. Allí se podía sentir cómo el mundo, en días y momentos mágicos, nos ofrece la engañosa impresión de ser un lugar afable, hecho a la medida de los sueños y los más extraños anhelos humanos. La memoria, imbuida por aquella atmósfera reposada, conseguía extraviarse y que se olvidaran los rencores y las penas."
Pág. 92

"Creo que en esos años nosotros debimos de haber sido, en todo el mundo occidental civilizado y estudiantil, los únicos miembros de nuestra generación que, por ejemplo, jamás se pusieron entre los labios un cigarro de marihuana y los que, a pesar del calor que nos corría por las venas, más tardíamente nos liberamos de atavismos sexuales, encabezados por el jodido tabú de la virginidad (nada más cercano a la moral comunista que los preceptos católicos); en el Caribe hispano fuimos los únicos que vivimos sin saber que estaba naciendo la música salsa o que los Beatles (Rollings y Mamas too) eran símbolo de la rebeldía y no de la cultura imperialista, como tantas veces nos dijeron; y, además, como cabía esperar, entre otras maquedades y desinformaciones, habíamos sido, en su momento, los menos enterados de las proporciones de la herida física y filosófica que habían producido en Praga unos tanques algo más que amenazadores, de la matanza de estudiantes en una plaza mexicana llamada Tlatelolco, de la devastación humana e histórica provocada por la Revolución cultural del amado camarada Mao y del nacimiento, para gentes de nuestra edad, de otro tipo de sueño, alumbrado en las calles de París y en los conciertos de Rock en California."
Pág. 100

"Debió de ser en algún momento de 1971, el año en que más cálido llegó a ponerse el ambiente con la orden expresa de dar caza a cualquier tipo de bruja que apareciera en lontananza, cuando cometí el grave pecado de sinceridad e inocencia en la vía pública. Todo empezó cuando me atreví a comentar, en el círculo de amigos, que había otros profesores a quienes, gracias al carné rojo que llevaban en su bolsillo, se les permitía seguir dando clases cuando todo el mundo sabía de sobra que eran más incapaces docentemente que los trasladados por ser religiosos, y que había otros, también sobrevivientes y portadores de carné, con más pinta de maricones y tortilleras que las dos profesoras fumigadas. No recuerdo si incluso añadí que, a mi juicio, ni las creencias de unos ni las inclinaciones sexuales de otras debían considerarse un problema mientras no trataran de influir con ellas en sus alumnos... Unos meses después sabría que aquel comentario inoportuno se convertiría en la causa de mi primera caída, cuando en el crecimiento de la militancia de la Juventud se me negó el ingreso en la élite juvenil por no ser capaz de superar ciertos problemas ideológicos y faltarme madurez y capacidad de entendimiento de las decisiones tomadas por compañeros responsables. Y acepté la crítica y prometí enmendarme."
Págs. 101 - 102


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Mirando para retratar by Juan José Lizama Ovalle is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Chile License.