Libro

Cogió su mochila como de costumbre.

De manera no habitual, de hecho era ésta la primera vez, se acercó al estante de libros que había en su casa antes de abrir la puerta para salir a tomar la micro matutina. Ésa biblioteca que desde los 10 años había completado con autores básicos y no recomendados por la televisión abierta... tienes que saber que en su país la televisión abierta no hablaba de literatura, ni filosofía, ni política. Eran las 8:34 Am y debía estar fuera en un minuto para no llegar atrasado a su trabajo. Miró, buscó un título. Miró y re miró. Estiró su brazo, con el que pasó a llevar un vaso que estaba en un lugar que no debería (según su madre), y agarró un libro de Saramago. "El ensayo sobre la lucidez". Dudó. Miró "Bonsái" de Zambra que estaba en la última esquina.

Cerró la puerta de su casa -por fuera, colgó sus audifonos en su oreja, y escuchando "Parte B" del último disco de Keko Yoma, pensó en qué sucedería si en Diciembre próximo todos votaran en blanco. Será la lucidez un problema de voto, se preguntaba, a la vez que imaginaba qué personaje o rol haría él en el libro que llevaba en su mano.

El libro jugaba un rol central ese día.

El metro iba lleno. Completamente lleno. Él ya había leído el libro que llevaba en su mano. Lo había leido y le había gustado mucho. Lo recomendaba. Miraba a los pasajeros, compañeros de viaje, y de algo más en esa suerte de masa compacta llena de apretados, con sutileza como buscando a alguien.

En Baquedano no debía bajarse. En Baquedano se bajó, y caminó en medio de la gran masa. Caminó siguiendo a una niña de pelo claro y rasgos que a él le provocaba ganas de hacerle alguna invitación. Cuando estuvo cerca de su hombro, con su dedo índice y un ademán algo torpe (bastante en realidad) le pidió su atención. Ella algo asustada y sorprendida se volteó agarrando y asegurando su mochila. Disculpa -le dijo él, no quería asustarte. No tenía preparado lo que debía decir en la ocasión, por lo cual su inicio fue tiritón, lerdo y tartamudeado. Logró, finalmente encauzar su mensaje.

Ella se llevó una sorpresa, una invitación y un libro entre sus manos. Él continuó su viaje contento y satisfecho. El día continuaba y lo mejor, pensaba él, tendría tema para conversar con su novia por la noche, cuando estuvieran comiendo juntos.

Ella se llevó una sorpresa, una invitación y un libro entre sus manos. Un libro. Ella no conocía a Saramago, ni sabía por tanto que había ganado un Nobel como Pablo Neruda y la Mistral. Lo abrió, y leyó las letras que dejó -al parecer, su compañero repentino y fugaz del viaje matutino.

Un sonrisa en la mañana hace muy bien. Se fue contenta.

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Mirando para retratar by Juan José Lizama Ovalle is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Chile License.