Eugenio entró en su habitación para saludarla: "buenas tardes abuela, cómo ha estado usted?"
Eugenia, la abuela, lo mira con curiosidad y con olvido. No sabe, o no recuerda, quién es él. A pesar de ello se hace la lesa y le contesta: "lo más bien mijito y tú? cómo te ha ido en el colegio?". Eugenio tiene 25 años, es Veterinario y hace poco instaló su consulta propia junto a dos grandes compañeros de Universidad. Tiene, eso sí, cara de adolescente. Cualquiera que no le conozca no sabría distinguir si dejó el colegio o está cursando sus primeros años de Universidad. Eugenio le explica a Eugenia que él ya no va al colegio, y que acaba de abrir su propia veterinaria. Ella hace como que recuerda, y le dice "estás muy grande mijito".
Eugenio es directo, y le pregunta sin rodeos si sabe quién es él. Eugenia hace como que recuerda. Sin embargo, no es capaz de articular ni el pasado, ni los personajes familiares para explicar la procedencia de aquel desconocido que la conoce muy bien. Entonces él le cuenta los datos, los años, los tíos, primos, padres que le rodean, y que según dicen los diccionarios, los unen de una manera familiar. Eugenia le dice que ahora le calza todo. No obstante sigue mirando a un extraño.
Los años. Eugenio leyó aquel titulo en una portada de diario que en un cuadro conserva Eugenia.
Entonces Eugenio mira por la ventana. En ella se desfigura el rostro de su abuela. Es el reflejo desteñido por la arrugas y el agua de lluvia.
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