Molestia

Ella le había prometido que después de su comida, iría a su casa para verlo y dormir a su lado.

Él no la veía hace días, y hace una semana que no dormían juntos. Estaba ansioso por verla, tocarla, besarla, conversar con ella, reírse y disfrutar de un rato en su compañía. Ella aún no llegaba, aunque según él (a partir de su sentido del tiempo) todavía no era hora de preocuparse.

Pasaron las 22.00 horas, y decidió ponerse su pijama para esperar a su mujer, leyendo un libro en el que estaba muy metido desde hacía una semana. Mientras Julia Bartolini contaba algunos episodios de su historia de amor con Alberto, desde su lectura, él se imaginaba su relación. Le daba risa y alegría verse en escenas futuras con su mujer (que aún no llegaba) hablando de algún altercado protagonizado por alguno de sus hijos. Claro, él había imaginado que con ella tendría hijos.

Los capítulos avanzaban, no así el tiempo, que ya iba más lejos de lo que según su sentido del tiempo, era adecuado esperar, aunque él no había mirado el reloj. La historia de "Madre que estás en los cielos", le llevaba de letra en letra, párrafo en párrafo, página en página, y de capítulo en capítulo. A las 00.00 horas decidió acostarse algo molesto, pero en estado "esperando". Su plan era que a la llegada de su mujer (no más allá de la 1.00 de la madrugada, estaba seguro él) le mostraría como un niño su enfado, para seducirla y posteriormente conversar desnudos sobre su cama, una vez cansados de hacer el amor.

El estado esperando cedió, y él pronto estuvo dormido. Súbitamente la paz de la noche en su habitación se vio interrumpida por el sonido de su teléfono móvil, que anunciaba no una llamada, como hubiera deseado, sino mas bien un mensaje de texto pálido, frío, esquivo y carente. Ella anunciaba que no llegaría, en tan solo 8 palabras.

Él se levantó molesto. Se dirigió al baño en medio de la penumbra de su hogar, triste y resigando.

Ella no llegaría, y él debía guardarse sus deseos de estar con ella hasta un nuevo aviso.